El único “pero” es que si bien no he tenido sensación de agobio en los pueblos y ciudades la cosa cambia cuando vives en la carretera. Entonces descubres dónde están los 120 millones de personas... El tráfico es salvaje y los autobuses auténticos kamikazes con licencia para matar.
Pero eso se olvida pronto cuando eres bien tratado. No así el Ramadan, que como fiesta religiosa que es no me siento ni partícipe ni agusto, más aún cuando eso significa un casi permanente insomnio. Sigo preguntándome por qué a las 2 de la mañana, cuando la mayoría de las personas duermen, los altavoces de las mezquitas disparan a todo volumen discursos grabados, o dejan que niños de corta edad chillen al micrófono para desgracia de este humilde ciclista...Pediría a Alá, si no es mucho atrevimiento, que haga disfrutar a sus fieles el Ramadán de día, pero que respeten la noche.
A diferencia de Sumatra he agradecido eternamente el encontrar buena comida en cualquier lado. Recordaré la gente trabajando los campos, las conversaciones de los restaurantes, los fuegos artificiales de las noches, la infinita hospitalidad de la gente de “Bike to Work”, los volcanes del este de Java, los héroes del Ijen y mi reencuentro con una amiga como Serena...
Terima Kasih Jawa
